martes, 3 de mayo de 2011

Natalie Portman, adicción y otras historias


Me he enamorado de Natalie Portman. Bueno, de su personaje, en realidad. Pero estoy adelantando cosas.

Siempre me han gustado mucho las historias. Y si esas historias contienen a su vez historias de amor, me gustan más todavía (en el fondo soy un romántico cursilero). Y una cosa curiosa que me pasa cuando me encariño mucho con los personajes de un libro, o de una película, o de un videojuego, es que, cuando la historia se acaba, me quedo con ganas de saber más (lo de encariñarme es más fácil si hay historia de amor de por medio). Como si al irse esos personajes, se hubiese ido con ellos una parte de mí. O algo así. La verdad es que el sentimiento es bastante confuso y no es fácil de explicar. 

El caso es que produce una mezcla de melancolía y depresión que es extrañamente adictiva. Me pasó con la trilogía de libros de La Materia Oscura, con El Señor de los Anillos, con la película de Orgullo y Prejuicio...y, este fin de semana, con Natalie Portman y sus personajes en Thor y en Sin Compromiso.

Y es curioso, porque es un sentimiento que no lleva a ninguna parte. O sea, supongo que es como enamorarse de un personaje. Pero claro, el personaje solo existe en la historia (ni siquiera el actor es el personaje), y no se le puede alcanzar de ninguna manera, solo fantaseando (incluso aunque conociese a Natalie Portman mañana, que va a ser difícil, no llenaría el vacío emocional que su personaje ha creado). Así que el sentimiento sigue, y siento que falta algo, y me entristezco y fantaseo con seguir la historia conmigo en ella, y entonces soy yo con una versión idealizada de Natalie Portman, o quien toque, o cosas de ese tipo. Pero no quiero dejar de sentirme así: a pesar de que es una sensación agridulce, hay algo en mí que quiere seguir con ello. Vamos, que soy un yonqui. 

Hoy me sentaba a meditar y, al concentrarme, mi mente dejaba de pensar en estas cosas, ¡pero había una parte de mí que se resistía a concentrarse porque quería seguir dándole vueltas!

Y, después de un tiempo (al principio fueron meses, luego semanas, y ahora son un par de días), el sentimiento se va, como todos los demás, y lo echo de menos. Luego pasa más tiempo, y sigo con mi vida, meditando y apreciando cada momento. Hasta que vuelvo a engancharme con algo así. Supongo que, con el tiempo, aprenderé a soltar este tipo de sentimientos al momento, o a no hacerles caso (aunque la perspectiva de hacerlo no me acaba de gustar del todo, como adicto que soy), pero, hoy por hoy, caigo como un tonto. Es que Natalie es muy guapa, leña.

PD: por cierto, las dos pelis que he nombrado de Natalie están chulas (nada del otro mundo, pero chulas), aunque quizás no soy objetivo...